Springtime in New York (Bootleg Series Vol. 16)


The bootleg series vol. 16 Springtime in New York. Bob Dylan disco reseña review
The bootleg series vol. 16 Springtime in New York. Bob Dylan disco reseña review

No tiene fin Bob Dylan, como el firmamento, y en él siempre queda una estrella que nunca habías visto, un planeta escondido, una galaxia entera oculta tras el polvo estelar. Ha llegado a finales de septiembre Springtime en New York, la decimosexta entrega de las Bootleg Series, sus colecciones de descartes, tomas alternativas o conciertos de hace décadas. Llega en otoño, pues, y más de treinta años después la primavera neoyorquina, centrada en los meses de abril y mayo de 1983, cuando grabó el álbum Infidels. La deslumbrante compilación contiene grabaciones datadas entre 1980 y 1985, un período en el que Dylan desconcertó a sus seguidores con sus canciones de alabanzas al Señor, salió de su etapa cristiana modernizando su sonido en Infidels y lo tiró todo por la borda al intentar sin éxito sumarse a la más trivial música ochentera en Empire Burlesque, un disco que es como echarle gaseosa a un buen vino. El paso del tiempo ha permitido una mejor perspectiva de aquella época, y el período cristiano, tan denostado en su momento, adquirió el merecido reconocimiento y los laureles definitivos llegaron con la publicación en 2017 de The Bootleg Series Vol. 13: Trouble No More (1979-81). De Infidels se intuía que siendo un buen disco pudo haber sido mucho mejor, porque ya en 1991 The Bootleg Series Vols.1-3 (Rare & Unreleased 1961-1991) avanzó que existían joyas desconocidas, entre ellas la impresionante “Blind Willie McTell”. Sin embargo Empire Burlesque seguía arrumbado en su condición de experimento fallido. Hasta ahora.

Una de las virtudes de esta colección, en su formato de caja de 5 CD, es precisamente descubrir que Empire Burlesque pudo haber sido lo que no fue, un excelente disco. Dylan grabó una lista de canciones que son exactamente lo que en su día adivinábamos tras los aborrecibles arreglos: grandes canciones que se echaron a perder cuando reclutó al productor Arthur Baker con el expreso encargo de que las acercara al sonido imperante en los años 80. En las notas de esta edición Baker confirma lo que ya se contaba en el libro Crónicas vol.1, que fue él quien le pidió una canción acústica para cerrar el disco, y explica por qué: ante todo era un fan suyo y el trabajo que había hecho para él suponía traicionarle, necesitaba al menos un vislumbre del verdadero Dylan. Eso fue “Dark Eyes”, un aliento de autenticidad en un disco de plástico barato. Por eso, descubrir qué había en el origen compensa la espera: los premios principales son poder escuchar “I Remember You” y “Emotionally Yours” con una hondura que los almibarados retoques le hicieron perder; asistir a la gestación de “Tight Connection to Your Heart” desde descartes de “Someone’s Got a Hold in My Heart”; dejarse arrasar por la torrencial “New Danville Girl”, que no encontró su sitio y se reencarnó un año después en “Brownsville Girl”; y debatirse sobre cuál de las dos versiones de “When the Night Comes Falling from the Sky”, la lenta o la rápida, hubiera sido la preferida para sustituir a la insustancial toma que se alojó en Empire Burlesque.

Decía que esta es una de las virtudes de Springtime en New York, no la única. ¡Qué decir de las canciones descartadas de Infidels! Ya sabíamos que era un crimen que “Blind Willie McTell” se hubiera quedado en el camino, pero admitíamos una explicación porque la versión acústica que conocimos en 1991 encajaba difícilmente con el tono del disco. Pero hoy, escuchando limpia y lustrosa la versión eléctrica que había circulado ya en copias pirata, nada justifica que fuera sustituida por “Union Sundown”. La impresión de que el resultado del disco habría mejorado con otras canciones excluidas se refuerza con nuevas versiones de “Tell Me” y “Lord Protect My Child”, distintas a las dadas a conocer en The Bootleg Series Vols.1-3 (Rare & Unreleased 1961-1991), pero sobre todo con la descomunal “Too Late”, una canción de la que es imposible desengancharse en cualquiera de las dos tomas que se ofrecen y que en solo dos días se transformó en “Foot of Pride”, igualmente descartada, que aquí aparece en una versión deslumbrante. ¿Alguien quiere más de las sesiones de Infidels? Lo hay, por ejemplo dos tomas bellísimas de “Don’t Fall Apart on Me Tonight”, planteamientos luminosos de “I and I” y “Neighborhood Bully”, que suena más simpática que militante, sin dejar de serlo, o un “Jokerman” a medio vestir, más dylaniano. Y “Death Is Not the End”, que nació aquí con aromas de gospel antes de acabar años después en el álbum Down in the Groove.

Sigamos. Shot of Love es el menos cristiano de la trilogía que conforma con Slow Train Coming y Saved y el que tuvo una producción más errática. Ambas cosas quedan de relieve con los cortes incluidos en Springtime en New York, en el que versiones alternativas muy apreciables de “Angelina” y “Lenny Bruce” comparten espacio con un buen número de descartes dignos de disfrutar, entre ellos “Borrowed Time” o la inacabada “Don’t Ever Take Yourself Away”, con aires caribeños que vienen desde Desire. Otro Shot of Love, en definitiva, habría sido posible, ni mejor ni peor. Dylan tomó un camino y unas opciones, y ahora conocemos otras, muy disfrutables. La caja se completa con grabaciones de alta calidad de los ensayos en los estudios Rundown, en Santa Mónica, que dan la oportunidad de saborear la complicidad de los músicos, el sentido de la improvisación. Salvo un par de cortes, “Señor”, del entonces reciente Street Legal, y “To Ramona”, regreso a su etapa inicial, el resto son abordajes de canciones ajenas, destinadas a los conciertos de la gira inminente, incluyendo reinterpretaciones más que peculiares (“Fever” o “Sweet Caroline”).

Abunda Springtime en New York en canciones nunca publicadas oficialmente y en escogidas versiones alternativas, escapando así de la abrumadora repetición que ha caracterizado a otros volúmenes de la serie, como es el caso de The Bootleg Series Vol.12: The Cuttin’ Edge (1965-1966) o The Bootleg Series Vol.14: More Blood, More Tracks. Pero sobre todo ofrece una visión diferente al plantear la posibilidad de que algunos álbumes del período 1981-1985 pudieron haberse alejado mucho de lo que finalmente fueron. En este sentido Springtime in New York aporta mucho más que, por ejemplo, los volúmenes 10 (Another Self Portrait) y 13 (Travelin’ Thru 1967-69), o que el destacable esfuerzo arqueológico de The Bootleg Series Vol.11: The Basement Tapes Complete, que derrochan riqueza pero sin separarse sustancialmente de las obras de referencia. Dylan, ya lo sabemos, contiene multitudes, y cualquier regreso a las infinitas partes de su pasado todavía por descubrir es motivo de gozo. Él sigue adelante, como siempre, y ya anuncia su próxima gira, presentando su disco de 2020, Rough and Rowdy Ways, que arrancará en Milwaukee el próximo 2 de noviembre.

 (Publicado en Dirty Rock Magazine, el día 30 de septiembre de 2021)

¿Por qué celebramos el cumpleaños de Bob Dylan?

 

El cumpleaños de Bob Dylan no es una efeméride en los diarios o en los cierres de los informativos de televisión. Es algo más. Sus fieles se han movilizado por todo el mundo para festejarle, como se pueda, que este año se puede poco; pero si algo no le falta a esa gente es imaginación y resistencia a la fatiga, aunque sea fatiga pandémica. A poco que uno rasque encontrará iniciativas por todas partes, algunas cerca de casa, otras lejos. ¿Por qué todo esto? ¿Por qué la manía de celebrar el cumpleaños de este hombre cuando es posible que te preocupes mucho menos de celebrar el tuyo? Quizá la respuesta, si es que existe alguna, esté en el viento, y en el hecho de que nadie como él ha sido capaz de representar una época, de viajar por la cronología de nuestra memoria y por la geografía de un mundo en el que las fronteras iban cayendo. Vivas donde vivas, algún día Dylan cantará en tu ciudad, solíamos decir. Si otros músicos hacen giras mundiales cada cierto tiempo, él está de gira ininterrumpida desde 1989, el "Never Ending Tour". En los descansos graba nuevos discos. Su arsenal de canciones escapa a toda medida, y todavía hay muchas más, escondidas en cofres secretos, grandiosos descartes que por alguna razón no encontraron su sitio y quedaron atrás y van saliendo en cuentagotas, año tras año. Centenares de canciones, docenas de ellas memorables. Hasta no hace mucho le gustaba cambiar el repertorio cada noche, podía hacerlo. No todos pueden. Así, sin prisas, sin urgencias, fue tocando con dedos invisibles nuestras almas. Nos dijo, cuando apenas era un veinteañero, que los tiempos estaban cambiando, y tenía razón. Tres años después le dio por cambiar la historia de la música, enchufó a la red eléctrica su guitarra y le llamaron traidor. Judas, por más señas. Pero a él no le importó, nunca le ha importado lo que los demás digan o piensen. Bebió de todas las fuentes musicales y en los años en que abrazó la fe cristiana se negó a cantar canciones que no hablaran de Dios. Le volvieron a llamar traidor, pero esos tres discos impregnados de religión en cada surco están entre lo más grande que ha hecho. Todos los que le negaron alguna vez volvieron a él. Se equivocó algunas veces, pero tarde o temprano acaban gustándonos hasta sus errores.

Dylan siempre nos salva. En nuestros malos momentos, en los días grises, nos da cobijo en la tormenta. Cuando estábamos encerrados en nuestras casas, en marzo del año pasado, nos regaló una nueva canción, no cualquier canción. Duraba casi diecisiete minutos. En abril llegó otra, que empezaba con versos que decían: hoy y mañana, y también ayer / están muriendo las flores como todo muere. Precisamente en esos días los hospitales y las morgues estaban llenas. Dylan había visto el presente cuando solo era futuro. En sus canciones el tiempo es flexible, puedes vivir el pasado antes de que suceda y olvidar el porvenir. Cuando era joven era más viejo que ahora que tiene ochenta años. Ha alcanzado una estatura mítica y lo sabe. “Contengo multitudes” dice, equiparándose al gran poeta americano, Walt Whitman. “Nací en el lado equivocado de las vías de tren, como Kerouac, Corso y Ginsberg”, canta, hermanándose con los escritores de la generación beat cuyos libros leyó cuando nadie le conocía, cantante folk en bares del Village neoyorquino. Ese chico judío hoy es Nobel de literatura: se lo dieron, lo agradeció y no fue a recogerlo. Nadie esperaba que fuera, hicimos chistes sobre ello. Eso también nos gusta, que es libre, que no le atan los honores, ni los busca. Nada le encadena, ni siquiera sus propias canciones. Cada vez que las canta son distintas, pasan los años y no significan lo mismo, pero siguen siendo hermosas, torrenciales, inalcanzables. Y aunque las han cantado multitud de artistas renombrados, nadie las canta como él.

Dylan, que nunca se detiene en su peregrinar, sin embargo ha dado señales en el último año de empezar a percibir su alargada sombra. Ha mirado atrás, se ha visto a sí mismo recorriendo todos los caminos. Su último disco, “Rough and Rowdy Ways”, [caminos ásperos y ruidosos], es quizá el más personal de todos. “Estoy volviendo lentamente a casa”, se confiesa en una de las canciones, “Mother of Muses”. Dylan reconoce su edad, sabe que más temprano que tarde llamará a las puertas del Cielo. Pudiera esta última colección de canciones ser su testamento, el que nunca había escrito. Seguramente volverá a la carretera, no puede dejar de hacerlo, pero cuando él no esté habrá llegado el fin de una época. En esa larga canción que nos regaló hace poco más de un año, “Murder Most Foul”, nos recuerda que el asesinato de Kennedy sucedió ante los ojos de todos. Ese fue el principio: todo sucede desde entonces al mismo tiempo que lo vemos, la llegada del hombre a la Luna, Vietnam, el último muerto en el Himalaya.

Esa época que vio a los Beatles y enterró imperios llega a su fin, con él, con nosotros. El intento de unir alta y baja cultura, esa mancha en manteles blancos que supuso su Nobel, quedará olvidado. Música, literatura, cine, todas las artes sucumbirán al mandato del entretenimiento y el negocio. Las masas anularán a los individuos, y décadas de transformación silenciosa de las costumbres quedarán sepultadas por escombreras de vulgaridad. Quizá por eso, mientras él siga cumpliendo años y escribiendo canciones, podemos sentir el lento fogonazo de tantas cosas que vienen sucediendo desde que dejó su Minnesota natal. Mientras haya un cumpleaños de Bob Dylan que celebrar, seguirá siendo buen momento para recordar ese viaje que hemos hecho por la vida y en el que él siempre nos ha acompañado.

Publicado originalmente en el Diario INFORMACIÓN de Alicante (23/5/21)

En Come Writers and Critics

"Escuchando a Dylan" no ha pasado desapercibido para los gestores de la base de datos de bibliografía dylanita "Come Writers and Critics", donde aparece consignada con el comentario:

 A disc-by-disc study of the Dylan LPs up to TEMPEST



En La Vanguardia

Seis años después de su publicación, "Escuchando a Dylan" sigue siendo libro destacado en el catálogo de Círculo Rojo. Lo dicen en el periódico La Vanguardia.